Psicoterapia Sistémica
La psicoterapia sistémica tiene sus raíces en la terapia familiar. Es un enfoque que ha venido cristalizando en el transcurso de este medio siglo en lo que hoy se prefiere denominar terapia (o psicoterapia) sistémica, para puntualizar el hecho de que no es imprescindible que sea la familia el foco de atención para que la mirada sea sistémica.
Mucho más que una manera determinada de hacer terapia, se trata de una determinada forma de pensar los procesos de interacción y las relaciones entre las personas como partes de un sistema.
En el pasado la relación terapéutica era una relación entre dos personas: un paciente (o cliente) que tenía “el problema” o “la enfermedad” y un terapeuta que debía resolver o “curar”, o bien proponer vías de solución o de cura.
Cuando se comenzó, a mediados del siglo pasado, a hacer terapias a la familia en vez a de a personas individuales, se rompió prácticamente con un tabú. Si los “problemas” dejan de ser vistos como una característica del individuo, sino que más bien empiezan a comprenderse como resultado de relaciones conflictivas entre personas que interactúan en medio de estructuras sociales que pueden abordarse como un sistema (por ejemplo en la familia), entonces deja de ser razonable visualizar las alteraciones psíquicas como procesos individuales. El concepto de “enfermedad” se evidencia en ese contexto como inadecuado para describir fenómenos que son básicamente sociales.
Sin embargo, el hecho aislado de tratar a una familia como grupo no significa de por sí comprenderla como sistema. Es necesario además intentar abordar la complejidad de la dinámica de sus procesos y poner el acento en las interacciones.
La terapia familiar se desarrolló a lo largo de los años en diferentes direcciones que abarcan desde las concepciones estructurales clásicas de Salvador Minuchin hasta enfoques sistémicos menos directivos, sin pretensiones de “objetividad” del terapeuta. Esta última idea está presente en la postura constructivista basada en los postulados epistemológicos de los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela.
¿Cuándo tiene sentido una terapia sistémica?
Sin duda nuestra sociedad se ha ido poniendo cada vez más compleja y esa complejidad ha abarcado también transformaciones en las interacciones dentro de los subsistemas sociales: las clases escolares, los grupos de colegas en una empresa, los grupos de niños de un jardín infantil o los equipos profesionales y por cierto también la vida familiar.
Los padres desean hoy, al igual que en el pasado, lo mejor para sus hijos, pero con mucha frecuencia se sienten inseguros. Y es que ¿qué puede regir hoy en día como la “correcta” educación de los niños y quién debe (o siquiera puede) definirlo? Los rituales y tradiciones de la gran familia multigeneracional ya prácticamente no existen o han sido desacreditados por las nuevas generaciones.
Algunos deseos respecto de la educación están sin embargo presentes de manera bastante consensual entre los padres, constituyéndose en algo así como el sentido común de nuestra época a este respecto: Se prefiere un estilo educativo que no induzca miedos o temores en los niños, que no sea autoritario, pero que a la vez sea consecuente y logre ofrecerles un andamiaje básico seguro, que constituya la estructura firme sobre el cual se pueda desarrollar y desplegar la personalidad del niño. Sin embargo, si faltan los modelos legítimos, ampliamente validados o bien estos no logran servir de ayuda a los padres como orientación para su práctica educativa, este proceso de socialización deja de ocurrir de manera espontánea.
Se agrega la dificultad de que la comunicación al interior de la familia frecuentemente está alterada, en la mayoría de los casos sin que alguien “tenga la culpa“ de ello. Más bien se trata de un patrón o modelo de comunicación familiar que se reinstala siempre de nuevo, como si poseyera una dinámica propia y repetitiva. La manera en que operan las prácticas alteradas de comunicación es completamente inconsciente en casi todos de los casos. Sus posibles causas originarias muchas veces se encuentran muy lejos en el pasado de la familia, incluso antes de su propia fundación, y constituyen solamente un relicto que algún(os) miembro(s) de la familia trae(n) consigo desde su familia de origen.
Cuando una familia ha caído en una trampa comunicacional, sólo profundiza y escala los conflictos cuando pretende hablar de ellos para solucionarlos. La solución constructiva o el manejo del problema no resultan posibles mientras sus miembros no salgan del entrampamiento.
Los terapeutas sistémicos visualizan su principal tarea en apoyar y acompañar a la familia en el proceso de comprensión de sus propios repertorios y dinámicas conductuales y de comunicación, animando la generación conjunta de vías de solución y de cambio que permitan el (re)establecimiento de una vida familiar sana, respetuosa y desprovista de temores. Aquí no se trata de la prescripción de la “felicidad” de acuerdo con una determinada receta, sino que más bien se trata de la mútua aceptación. Maturana diría que se trata del amor, etendido como la aceptación del otro como un legítimo otro.
¿Qué tipo de problemas se pueden abordar en una terapia sistémica familiar?
Los temas centrales de una terapia sistémica familiar pueden ser de muy diferente índole, como distintas son también las personas individuales que componen una familia. Las siguientes temáticas son sin embargo particularmente frecuentes:
- Identificar los deseos de cercanía y de ayuda. Vivenciar de manera más consciente la forma en que se dan los cuidados, las atenciones e influencias en la familia y modificar estas formas si así se desea.
- Familia de origen y familia actual: relación y contradicción.
- Descubrir los recursos de la familia, fortalecerlos y desplegarlos.
- Esbozar de manera conjunta nuevos caminos de solución para antiguos conflictos; experimentar y ponerlos en práctica en la vida cotidiana familiar.
- Procesar situaciones de la propia historia.
- Separación de la familia de origen.
- Reflexionar acerca de la propia identidad sexual y su aceptación en la familia. Aceptación y tratamiento respetuoso en la familia, particularmente en caso de homosexualidad.
- Elaboración y procesamiento de situaciones de vida conflictivas, contradictorias o traumáticas como enfermedades, muerte, separación, emigración, migración y pérdida de raíces culturales, cesantía.
- Delimitación y relaciones entre los subsistemas familiares. La pareja y los padres, los hermanos y los hijos. Hacer transparentes las alianzas inconscientes.
- Reconocer y descubrir las conductas agresivas en el repertorio conductual familiar para el manejo de conflictos como patrones comunicacionales susceptibles de ser modificados en caso necesario.
- Identificar las reglas que operan de manera inconsciente en la dinámica familiar y modificarlas si así se desea.
- Identificar sistemas de vínculos y trabas.
- Implicancias para la dinámica familiar de la existencia de una problemática específica de uno de sus miembros: adicciones, trastornos psiquiátricos, enfermedades, discapacidad, trastornos alimentarios.
- Discrepancias respecto de la educación de los hijos, desacuerdos, temas tabú.
- Conflictos específicos de las familias reconstituidas: Relación de los hijos con el progenitor separado. Problemas de confianza y lealtades, alianzas que suelen producirse en este contexto.
El abordaje sistémico de los trastornos emocionales infantiles y otras manifestaciones de dolor psíquico en los niños resulta particularmente recomendable. Si bien estos trastornos pueden ser observados desde fuera y vividos por el niño como fenómenos individuales o intrapsíquicos, muchas veces sólo logran ser comprendidos cuando se descubre y analiza el contexto, las relaciones e interacciones que operan en el entorno. La red de relaciones y nexos en el sistema permiten delimitar un contexto espaciotemporal con una determinada coherencia interna, en el que "lo que ocurre" y los “síntomas” del niño cobran verdadero sentido.